
Carta llegada a nuestras oficinas secretas, de la mano de un espontáneo admirador de nuestro trabajo, que incomprensiblemente, encontró la dirección de nuestras dependencias, a pesar de no existir ni estar en lugar alguno.
Estimada Dolores.
Me costó mucho encontrar un espacio y un lugar sobre el que detenerme a escribir esta carta. Ya nadie escribe cartas a mano, vivimos en el imperio de los correos electrónicos, o eso creía yo, hasta que descubrí que tampoco nadie escribe ya correos electrónicos. En cualquier caso, he conseguido reunir el valor suficiente y lanzarme a garabatear con un viejo boli BIC, de los naranjas, de los que escriben bien fino, estas palabras, que espero algún día lleguen a ti de una u otra forma.
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Carta encontrada de forma casual, por un niño, mientras jugaba entre unos hierros tirados en un descampado urbano, antes de caer, hacerse una herida en la rodilla que le impidió abrir el sobre, y marcharse corriendo abandonando la carta. Esta a su vez fue encontrada por un agente de apoyo, que la remitió a uno de los apartados de correo secretos, de nuestra agencia.
Estimado hermano, hace tiempo que nada sabemos de ti en el monasterio. Todos recordamos tus amables visitas. Solías venir de forma intermitente. A veces, una vez cada trimestre, otras, las más de las veces, cada quince días. Incluso en algunas ocasiones, te dejabas caer entre nosotros un par de veces por semana. Aquí, todos recordamos las extensas conversaciones que manteníamos a media tarde, junto al pequeño claustro de nuestra santa casa, donde acostumbrabas a ilustrarnos con tu extensa sabiduría y, especialmente, donde nos reconfortabas espiritualmente. Todo, por culpa, de esa forma tan especial e indescriptible que tenías de narrar y de hablar casi en silencio, y que espero sigas teniendo, allá donde tus elocuentes y complejas diatribas hayan decidido acabar. Afortunadas las personas que ahora puedan gozar de tu mirada amplia, que todo lo alcanza y tu verbo creativo y, sobre todo, profundamente respetuoso con el mundo y todos los seres vivos, para nosotros, hijos de Dios, para ti, simplemente seres espirituales.
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Carta interceptada por uno de nuestros agentes en las montañas del Teruel más profundo e inaccesible. Parece ser que alguien la dejó abandonada en un pequeño hotel rural, solo visitado por gente que necesita esconderse o alejarse de su propio mundo. No consta fecha en la misiva. Fue interceptada el 12 de febrero pasado.
Mi querida y estimada Lucía. Hace ya demasiado tiempo que no recibo noticias tuyas. Espero que te encuentres muy bien y que por fin hayas podido encontrar tu lugar, ese lugar tan inaccesible y oculto del que siempre me hablabas en nuestras conversaciones frente a la orilla del mar, aquellos veranos que bajábamos hasta el Mediterráneo, y que parecía ser lo único que te movía a seguir adelante. No tengo esperanza alguna en la idea de que pueda recibir contestación tuya, a esta correspondencia lanzada al vacío. Ni siquiera conservo una dirección postal a la que remitir el sobre que ya tengo preparado, con solo tu nombre, confiando en las habilidades de un cartero imaginario con sobrenaturales poderes profesionales como para encontrar un buzón en el que tú, algún día la recojas, abras el sobre y puedas leer estas letras perdidas al vacío. Hasta ese mismo instante, me dejaré llevar por esa absurda esperanza y seguiré escribiendo.
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Carta interceptada el domingo 14 de enero de 2024 en condiciones extrañas, al parecer, de un funcionario de correos corrupto que se dejó embaucar con facilidad por una de nuestras agentes, con especial maña en la gestión de carteros y entrenada para interceptar correspondencia furtiva y fortuita.
Mi estimado, codicioso y siempre condescendiente Barón, le escribo de nuevo desde mi refugio en esta ciudad sin nombre que ambos compartimos en su día y que nos unió para siempre en el arte de mirar el mundo descarnadamente y, como olvidarlo, nos convirtió en irreconciliables enemigos amados hasta el fin de los tiempos.
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